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La Caja Nacional de Salud, su principal traidora

Es difícil describir el sentimiento que embargan a estas letras, letras de ya configuradas por un sujeto que tampoco es capaz de entender lo complejo de las situaciones que han llevado a este momento. Para empezar pareciese que toda posibilidad de felicidad se difumina o por lo menos se posterga y se reabre una puerta, esa puerta del exilio que le entrega, de nuevo, sin permiso, sin su anuencia, sin ser bienvenido, con un tibio previo aviso, se le entrega la blanca hoja inscrita bajo un tipo de litografía reconocida pero despreciada que parece recitar: “debe ir, porque sí; qué debe irse y mejor si es rápido”

Como se van dando las cosas jamás termina importando, como concluyen las cosas tampoco viene siendo relevante, pero pareciese ser que es lo más valedero en todo este trajinar llamado vida. No es miedo lo que a este sujeto le hace escribir, viajar—aunque exagera al decirlo—es algo a lo cual está acostumbrado y dependiendo los destinos es una opción que finalmente siempre será bienvenida. Pero ahora, si importaron como se dieron las cosas y más aun cuando se dieron las cosas y escribir sobre esto, él cuando (todas esas situaciones en las que se sentía comprometido y en las cuales había depositado ciertas esperanzas quedaron difuminadas, a lo lejos incapaces de ser vistas desde un puerto cuya neblina indica que ese barco está ahí, pero sin poder saber si algunas vez aparecerá) ya no será necesario, tal vez nunca lo fue. El cómo resulta más oscuro, ominoso, tan fraudulento que los grandes robos en la administración de la Caja Nacional de Salud no comparase con el robo a las vidas de unos tantos sujetos que librados a la posibilidad de elección fueron encomendados a una misión tan nominal y absurda que solo llenara de dicha a cierto sentido de conciencia, tan turbio, de esa gente que es capaz de llamarse médico.

La Caja Nacional de Salud, su Jefatura de enseñanza decidió que dos residentes de psiquiatría serían más útiles allá lejos en la frontera que en la ciudad misma, decidió con base a un desconocimiento franco de la salud mental y sus proyecciones, que Cobija y Trinidad (hermosas tierras con las que no tenemos nada en contra) se beneficiarían de dos especialistas de tercer nivel en el campo psiquiátrico y reservó en formas por demás sombrías, por no decir tramposas, las plazas de la ciudad de La Paz a especialistas que por demás abundan en esta ciudad y sobre todo a médico-familiares en cuya instrucción está consignado el trabajo de primer nivel es decir en el área rural. La Jefatura de enseñanza, títere de la Caja Nacional de Salud estampo su firma de visto bueno en una época en que esta institución, la CNS, esta tan mal vista por la población que para ellos es plausible apagar la llama inmediata que la fogata futura, es decir mejor más médicos familiares, fisioterapeutas, ginecólogos, médicos internistas en la ciudad que psiquiatras, pues estos últimos en los próximos años serán necesarios y así la CNS continua el viejo modelo de medicalización de la enfermedad olvidándose de todo lo preventivo. Este hedor miasmático de demagogia sumada a ignorancia no es más que los primeros atisbos de una salud mental futura y luego nos dirán que no hicimos nada……

La Caja Nacional de Salud obtiene una victoria pírrica, pues al corto plazo habrá más cobertura pero lo que deviene será su tumba y aun así no confiaría tanto en los que se quedan (aunque de esto puedo hablar muy poco). Así y todo, la CNS se convierte en su principal traidora.

No me digan que no les dije.

G.H. Amador.



…… me voy a Cobija y ahora que hago.

PD. Este blog se está volviendo demasiado político verdad??



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