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COBIJA? NO, COBIJA.

Dedicado a Amy, la mujer que me abrió al Soul

Sentado en el consultorio, destinado al primer psiquíatra en la historia de Cobija, soporífero dado llas primeras horas de la tarde y el calor vehemente de un sol (que hizo disparar a Mersault en el extranjero camusiano), decidí mirar a través de la ventana, cuyos goznes rechinan peligrosamente con cada abrir y cerrar de sus marcos, y miré para  trazar algunas líneas respecto a Cobija, Perla del Acre para algunos, un departamento de Bolivia para el común, que se ubica en el norte mismo de nuestro país en la frontera con el Brasil, compartiendo también la frontera con el Perú.

El calor a expensas de una sudoración profusa, el sueño que viene a visitarme y el ventilador frente a mi cara hacen dar cuenta de la Amazonia misma. Es una ciudad pequeña, aun no creo que le alcance el rotulo de ciudad,  más aun si hablamos de por los menos de 350.000 personas que habitan  esta localidad tan cosmopolita, done sus descendientes han cargado los genes de brasileros, paceños, algunos peruanos y otros que es más difícil precisar (hablando acá de las etnias mismas y bolivianos de otras regiones). La ciudad fronteriza por naturaleza no suele dar una bienvenida agradable, sus precios exorbitantes pueden asustar al derrochador y eliminar al mezquino, yo me asuste y seguí mi camino una vez llegado al aeropuerto  embarque en un taxi que por 1Km de recorrido logro cobrarme 30 bs, no ofrecí ninguna resistencia;  en fin, a veces suelen aprovecharse del pasajero ingenuo que no comparte características físicas con ellos. Como sea, del Aeropuerto de La Paz hace dos meses cuando mucho, me despedí de mi padre, me deseo suerte y me embarque para acá, portando pocas cosas, la laptop siempre presente, un libro de Neurociencia a cargo de Edelman que comencé a leerlo (a la fecha avance muy poco) y obviamente un tanto de ropa que deberá alcanzarme por los próximos 7 meses, la línea a cargo fue BOA (Boliviana de Aviación), la duración del vuelo una hora y mientras esperaba abordar la nave que me traería acá a escribir esto y hacer otras cosas como Medicina y Psiquiatría, me tomaba un café y por la cabeza, provenientes de áreas hipocampales, frontoparietales y otras más discurrían  imágenes de mi vuelo previo a México y la cavilación existencial a su retorno. El vuelo no importo tanto (ya viaje a Riberalta hace cuatro años entonces tenía una idea, idea vaga, pero idea al fin de lo que me esperaba) y así, sentado, escuchando Gotan Project (experiencia de Tango electrónico con muchos tema Piazzolla. Se los recomiendo) paso la hora y toco bajar del avión.

El golpe inmediato: la humedad, la sudoración no se dejo esperar, sensaciones producidas por el calor, estigma propio del Acre y del Amazonas cuyas temperaturas suelen alcanzar hasta los 40 grados. Esperando el equipaje, yo no paraba de jadear, de forma disimulada claro, en busca de oxigeno; el llevar una polera de los Rolling Stones y un saco me facilito la tarea, así me quite el saco y me deje la polera (aunque, y si no fuera por un torax pálido, cuasi escuálido también me la sacaba), delante mío veía una Señora que bregaba con una serie de mantas y polleras contra el calor, hinchiendo sus ropajes en busca de alguna brisa, tarea inútil al fin. En el aeropuerto mismo, que me recordó la sala de espera para embarcar en tren a Tupiza, vi los primeros atisbos de una Cobija cosmopolita, dicha  visión fue una serie de brasileros sentados a lo largo de las bancas, de entre ellos y ellas  destacaban una que otra mujer cuyos pequeños shorts dejaban observar unas piernas tan largas y torneadas que alcanzaban unas caderas muy bien esculpidas por el gran diseñador (viendo esas mujeres uno debe repensar el rol de la evolución no como una ley ciega y de parentesco según piensan muchos evolucionistas, sino como una evolución en bien del órgano social al puro estilo del holismo de E. Wilson y Harvard). Hermosas mujeres fue la primera imagen que me entrego Cobija, imagen que aun y en la práctica diaria me sigue entregando. Lo segundo, lo mencione anteriormente precios por demás exorbitantes, sin ningún asidero económico para tal. El monopolio aun gobierna estas tierras pobres es lo que pienso. Qué paradoja no? Una ciudad tan pobre llega a ser la ciudad más cara de Bolivia, es la frontera tal vez y la poca  voluntad que tienen los comerciantes para discernir entre el cliente nacional y el  brasilero mismo, pero menos voluntad la tienen los entes reguladores encargados de los precios a nivel del país. De ahí que y aunque este comentario me costó alguna diferencia con vecinos de esta ciudad, la economía de la frontera boliviana se maneja en virtud del arancel brasilero, es decir lo venden todo en bolivianos pero convertido a reales (1 real=3.50 bolivianos) así entonces un refresco  que allá—La Paz—vale 3 bs  acá sale 8 a 10 bs.

Cobija, casi como todo en Bolivia, fue diseñada sin mucha proyección, entonces por ahora todo suele ser suficiente: las calles de dos vías,  las plazas para un cumulo reducido de personas, no siendo más que cuatro plazas las conocidas, aunque siendo sensatos una de sus avenidas principales se engalana con los monumentos expresados en cuatro cabezas de personajes pandinos, los mártires del Porvenir y el famoso carreton, su estadio cuenta una sola tribuna para no más de 3000 personas, un solo policlínico de la Caja Nacional de Salud con capacidad para 40 personas con un exceso de falencias físicas y humanas, un sinfín de motocicletas que obran de mototaxis que con suerte tienen permiso, dos heladerías (una de ellas con el mejor helado que probé: el de copoazú en la heladería Beso Frío), solo café cortado en los pequeños negocios de comida, el cine dejo de existir, y una sola librería descubierta al azar (en si un pequeño negocio con libros) y tres salas para rentar internet en el centro, casi siempre llenas y a no menos de 6 bs la hora. Ha puro esfuerzo esta tierra quiere surgir y día a día vemos como una tierra que podría hasta ser inhabitable se va llenando de a poco con gente generalmente tendiente al negocio, una de las avenidas principales se llama Internacional y en esta se puede encontrar a la venta todo lo que uno puede imaginar. Puesto que los precios son altos, entonces, sus principales clientes resultan ser los vecinos del Brasil, que queda a unos pasos de esta tierra, cruzas el Puente de la Amistad y ya estás en Brasileia la frontera brasilera con Bolivia, sin embargo,  de Rio Branco y Ponto Velho (que son ciudades más distantes a 6 horas posiblemente) suelen venir los clientes y llevarse lo que vienen a buscar. Así,  los fines de semana, algunos martes y miércoles solemos ver las calles inundadas de brasileros y brasileras, exhibiendo ellas su bellez y los otros unos autos que con suerte suelo verlos en La Paz.   

El clima cálido y húmedo permite una  exuberante vegetación a predominio de palmeras, pero también de un sinfín de árboles, algunos frutales, que van haciendo gala de frutos por ahora inmaduros, pero que embellecen estas tierras que aún no han sido alcanzados por la “civilización globalizada” y, empero, van camino a eso: perdiendo así un cielo que eterno se disfraza de celeste y tonos blancos a forma de matices en su lienzo inagotable, la noche es otro retrato que se nos presenta a los sentidos como una forma real de un universo siempre en expansión.

Su gente es particular y hay que saber dividirlos y representarlos de acuerdo a su procedencia. No son más amables que el resto de Bolivianos, pero tampoco gana su descortesía y esto dada la frontera, las condiciones de vida y la economía resalta su cualidad. Humildes no son, pero esto porque simplemente no conocen la palabra soberbia, son gentes que lanzados a una tierra de estas características hacen lo mejor y lo peor para sobrevivir y viven algunos el día y otros el mañana y viven siendo amables cuando más les parece e indiferentes usualmente. Después como todo Boliviano cargan un vacio sentido de pertenencia el cual no nos interesa en lo más mínimo.

He visitado las dos discotecas más importantes de la ciudad: Lennon e Insomnio, de la primera que para mi resulta de lo mejor por acá destacan las hermosas mujeres, la mayoría del Brasil que por el negocio de fin de semana suelen venir a quedarse y alegrarnos a los novatos en baile con pasos sensuales que emanan de un cuerpo sensual. La segunda discoteca es Insomnia un poco más popular que la anterior, la música suele ser más variada y siempre, aunque  generalmente es el sábado que esta discoteca se llena, siempre mujeres lindas: brasileras y pandinas, ostentando ropa que hace posible que aquellas curvas no sean ya  definidas por la imaginación, sino precisadas con la visión. He visto mujeres lindas en mi vida, mucho más lindas que acá sin duda, pero definitivamente en un mismo lugar y tiempo no vi tantas (excluyendo desfiles y demás). El problema empieza, y aquí Strauss no es capaz de ayudar, cuando al hablar con ellas no entiendes nada de lo que te dicen, la verdad que el portugués no es  tan comprensible como esperaba. Entonces si no eres de esas personas que hacen gala de unos buenos pasos de baile, la verba, los planes y el método resultan insuficientes para el abordaje, pero bueno siempre puedes decir que eres médico especialista y la suerte a veces mejora. La Paceña tropical es la cerveza de Pando, junto a la Bahia, ninguna de las dos, sin embargo, hacen honor a la Paceña original, y la Huari que suelen ofrecértela cara y como bebida de elite acá no es más que cerveza con agua (una adulteración común en muchos lugares). Aconsejo, entonces una Kaiser como cerveza de consumo.

Sentado en el consultorio, escuchando el Rehab de la hace poco fallecida Winehouse (a quien dedique esta entrada), alguien toca la puerta del consultorio, gran excusa para dejar de escribir acerca Cobija que me impresiono en todos los sentidos posibles: malos y buenos y recién vamos dos meses y contando.

G.H. Amador



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