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ESOS TRAZOS PERENNES QUE NOS HACEN HUMANOS



Nabokov, abre alguna cita sugiriendo que existen dos tipos de personas: aquellas que duermen y aquellas que sufren de insomnio.

Alguna película, para ahora ya olvidada, hacía referencia a la existencia de  dos tipos de hombres los con exceso de vida y aquellos con falta de ella.

Sidharta, luego de percatarse de la muerte, enfermedad y vejez, decide dejar la casa y buscar el nirvana ya como Buda.

Parmenides hablo de ser; Heraclito hablo de devenir.

Platón, soñándose en una caverna, hablo de un mundo de ideas y de un mundo de  formas.

Jesús, con algo de aliento en su cruz, prometió a un hombre que estaría con él en el paraíso más tarde.

Descartes, pretendiendo que la concepción del infinito prueba la existencia de Dios, divide al ser humano en  cuerpo y mente. 

Schopenhauer, receloso de Hegel, analiza el mundo en términos de voluntad y representación.

Nietzsche, para quien Dios ha muerto, alienta a mirar al abismo hasta que este nos devuelva la mirada.

Heidegger, descansando en su casa de campo mientras lee a Hoderlin,  no deja de preguntarse en porque hay algo y no más bien nada?

Wittgeinstein, quien disfruta melancólicamente de Mahler, sabe de vida dentro un juego de lenguaje, fuera de él—el juego de lenguaje—nada.

Darwin informa de la evolución en pos de un individuo. Wallace, informa de la evolución en pos del grupo.

Duchamp, que mira su urinario en el museo, sabe que el contexto hace  al objeto.

Freud sueña,  desde el inconsciente,  con libido y agresión.

Derrida, quien se preguntaba luego de su gramatología si era posible su muerte, escribió de la construcción y la desconstrucción humana. 

Jhon Constantine, en algún comic perdido, indica que solo dos personas son posibles: las que sufren para luego creer y las que ven sufrir para cuestionar sus creencias.

Feynman, ya sin miedo a equivocarse, plantea que una historia contiene a todas las demás historias posibles.

Watson y Crick,  ganaron la carrera, cuando definen la doble hélice de azucares y fosfatos unidos por puentes de nucleótidos (DNA).

Marcus, Monad y Jacob, en su Historia de la Mente,  sugieren el “si y el entonces” de la codificación genética para la existencia de todo y la ausencia de nada.

Dylan, no sabiendo de donde viene y en camino a ese lugar, atina a cantar que los tiempo siempre están cambiando.

Cash parafraseando a Reznor sugiere que ha de herirse para sentir el dolor, el dolor que es lo mas real en este mundo.


No puedo dormir y escribo buscando esos trazos que nos hacen  humanos, y esos trazos hacen posible esta búsqueda. Por eso buscamos más vida y reposamos creyendo tenerla.  Por eso enfermedad, muerte y vejez  son lo mismo. Por eso soy y devengo (siendo esto siempre igual). Por eso a veces no dormimos y soñamos sin saber si estamos viviendo soñando o durmiendo muriendo. Por eso nos construimos en el día y nos descontruimos en la noche. Por eso sufrimos como condición de alegría y nos alegramos, sabiendo tímidamente, que sufriremos. Por eso digo si  y entonces  lo hago. Por eso soy todo y a veces soy nada. Por eso y por  otras muchas cosas más  soy una y muchas historias y formo parte de muchas otras historias que vendrán.

Por eso te espero y ya no busco,   mientras camino y solo observo, y de rato en rato escribo...

Esos trazos perennes que nos hacen humanos: es la búsqueda. Esa búsqueda innata  a todos y  diseñada por la evolución en pos del grupo. Esa búsqueda que hallase disuelta a lo largo de nuestra evolución y expuesta de forma compleja en nuestra secuencia genética y de forma más bella en nuestro arte,  nuestra ciencia, nuestra cultura.

Soñé que la clave de la vida no radicaba en encontrar  la felicidad, sino en la búsqueda misma, como cuando Punset veia a su perro……



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