No suelo ser de aquellas personas que buscan pacientes, impacientemente me siento en el consultorio, enciendo el ordenador y reviso desde mi mail hasta una serie de artículos que recordare más tarde o tal vez los termine olvidando y nada de lo leído en este día habrá servido, me pregunto si alguna vez servirán, si alguna vez el hombre llegara a saber algo? Hace calor afuera y aunque la gente del pueblo decía que pasan por una época gélida, frio que no sintieron en mucho tiempo, a mi suele darme igual, pues ya son 4 meses que este clima empieza a formar parte de mi devenir diario. Mientras el calor desgasta mis fuerzas, yo prefiero impacientemente esperar en el consultorio.
La psiquiatría para muchos aún no alcanza a ser una ciencia y todavía existe gente, dentro de ellos muchos de los llamados “colegas”, que desconociendo los presupuestos básicos de la mente como resultado de un cerebro que interacciona de formas complejas con el medio terminan viéndonos como magos y brujos para aquello que la medicina y sus instintos y pobres conocimientos no saben contestar. Mientras leía algunos pasajes de Bertram sobre libre albedrío y determinismo y como introduce en su texto la película de Las Manos de Orlac que viene a ser la historia del famoso pianista poseído por las manos de un asesino endemoniado, la puerta del consultorio inusualmente sonó. Del otro lado puedo esperar muchas cosas ya lo sé: alguna vez llegó un hombre que se busco así mismo por todo el país; en otra, una mujer que se había tomado por lo menos 100 antidepresivos triciclicos se encontraba inconsciente y tendida en el piso, con su abogado a lado quien portando una orden de no resucitación alegaba la libertad de decisión que tenía su cliente, que yacia en el piso, sobre su vida; un sábado, lo recuerdo, una madre me conto junto al esposo , que absorto la escuchaba, que ella sabía, de forma delirante claro, que una secta religiosa creada hace siglos por Al Hazred (quien según Lovecraft habría escrito el Necronomicon o Al Azid) incubo en su vientre al hijo que esperaba y que sería el mismo Al Hazred quien nacería y levantaría a los “amados muertos” de su sueño profundo, alguna vez un hombre me mostro orgulloso como logro sacarse 13 piezas dentarias para extirpar finalmente el chip que hábilmente le habrían instalado los miembros de la CIA o del FBI (decía no estar seguro), y hubo una mujer que me amenazo de muerte si no la amaba mientras blandía el cuchillo que luego en medio del llanto, la impotencia y una herida autoinflingida en la muñeca le obligó a soltar el vil metal, otro hombre luego de matar a su esposa llego a contarme que se canso de ver como cada noche crecía la vagina de esta, por supuesto deliraba celotípicamente. En México un niño me dijo que su sueño era matar a una persona, pero que todavía era pequeño para pensar y hacer eso y trague saliva y enmudecí cuando un hombre, que mientras miraba abajo, se cortaba las uñas y sonreía, me decía “usted Doctor sabe mucho y al que sabe mucho suelen matarlo”, esa persona había matado a otras más no cuantificadas. Y muchas, pero muchas veces he estado a punto de la agresión inminente, misma que logre evitar con un poco de suerte y ciertos conceptos básicos de sobrevivencia, el manual de psiquiatría de urgencias y obviamente nuevamente la suerte. Cada vez que alguien toca a la puerta, sin embargo, no suelo pensar en esto; cada vez que alguien toca a la puerta todo comienza y se inventa de nuevo una escena diferente, con otro médico similar y otro paciente. Son las 17:00 y la puerta sonaba, debí abrirla o no, en realidad ya no importa. Será posible, habrá sido posible?
NN entro en mi consultorio, se trataba de una mujer de 30 años de edad, pero por sus facciones le daba unos 10 años más, de contextura extremadamente delgada, cuasi escuálida, su cara notoriamente develaba un agotamiento y en esta detalladamente se marcaban los pómulos que abatían unos ojos oscuros e inexpresivos y el mentón que se alzaba sobre el rostro permitía, de rato en rato, colar una sonrisa fingida. Vestía ropa holgada de colores claros, descuidada la blusa rosada, el jean negro hacia mejor conjunto con el resto del cuerpo y salvaba a aquella figura desproporcionada con algunos encajes, pinzas y costuras rotas. Llevaba sandalias y eso no tenía nada de raro. Era separada, ama de casa, enfermera, tenía un solo hijo con el que distribuía su tiempo, toda la mañana en el hospital y toda la tarde con él. Lo llamo Mileni, inusual nombre para un niño que en el imaginario de la madre siempre espero sea niña. Ya hace tiempo que había olvidado lo que era salir un fin de semana y hace tiempo que reconocía no disfrutar de las cosas, todas la mañanas se sentía muy cansada y este cansancio desaparecía a lo largo del día, solo conocía de dos estados de ánimo: “estar triste sola y estar triste con su hijo” y recordaba que los mejores momentos de su vida fueron “cuando se caso con el esposo para escapar de los golpes y abusos del padre alcohólico y cuando se separo del esposo alcohólico para escapar de los golpes e insultos de este”. Como no disfrutaba de muchas cosas según contaba, había optado por comer cuando el apetito lo pidiese, a la fecha había perdido como 10 Kg y dado que toda la noche el sueño no solía visitarla y cuando lo hacia la abandonaba a la hora, decidió empezar la lectura de la Biblia, libro recomendado por una amiga del Hospital y que aparentemente le había ayudado a superar sus problemas, llevaba por lo menos cinco meses con insomnio y había aprendido y programado su día a 24 horas, reconoce que ya no lloraba pero que tampoco reía, que bajaba de peso pero que comía, que disfrutaba estar con su hijo, pero no le alegraba pasar más tiempo con él. Asumía no estar mal, asumía que en la vida algunos vivían mejor que otros y que ella vivía mejor que otros sin duda y esta regla se aplicaba a todo y que no se mataría ni pensaba en esto, pues el reto supremo era vivir. Su lectura de la Biblia se hizo más concienzuda y cierto día, luego de varias diferencias con los vecinos, escucho de uno de ellos que Dios le había fallado, que Dios había roto el contrato y que no existía, asumió inmediatamente que el demonio lo había poseído y termino por confirmarlo cuando esa misma noche mientras leía un pasaje de Lucas, él diablo o Lo que sea prefigurado en una sombra le toco el hombro; así, entonces, dejo esta casa, encontrando un departamento más pequeño pero reconfortante. Mientras me contaba todo de forma inexpresiva (muchos psiquiatras hablaríamos de un afecto por lo menos restringido)no hubo ni una sola lagrima o titubeo en la voz, las palabras usadas de forma precisa siguieron un curso que por sí mismo llego a la siguiente afirmación: “pero sabe Doctor estas noches empezó a visitarme el mismo diablo o Lo que sea”.
NN: Vengo acá, porque a los vecinos les preocupa mi hijo, los escucho murmurar constantemente que “estoy loca”, los observo cómo me miran desde sus ventanas, desde sus puertas, desde enfrente de la acera incluso desde enfrente del Hospital. Veo como se sonríen y hasta como me siguen para ver dónde voy o que hago, me controlan si le estoy dando de comer a mi hijo e incluso le dan comida a mis espaldas. Mi amiga Alejandra, quien me hizo leer la Biblia, quiso que venga acá, no se para que. Lo que sea, el diablo o alguno de los vecinos viene en la noche, pero yo no le hago caso, lo que me molesta es que ellos no crean que viene y cuando los busco para que lo vean me cierran la puerta, cuando les grito detrás de las paredes llamándolos para mirarlo buscan a la policía y cuando me acerco a ellos ese rato escapan. Lo que sea, el Diablo o alguno de los vecinos me toca la puerta y yo no le abro, luego me toma por el hombro y yo no lo miro, Dios dice no mires al diablo a los ojos y él no te tentara, y no lo hago. Su mano siempre esta fría y después de tocarme en el hombro me dice, su voz es como de un anciano cansado, que ya es hora que nos vayamos. Pasa un instante y luego se va. Al principio gritaba, salía corriendo y junto a mi hijo rezába al pie de las gradas, mientras el resto de vecinos incrédulos y ateos se mortificaban, se persignaban los hipócritas y llamaban a la policía.
NN: Pero esto va acabar pronto. Ya que nadie me cree, ni nadie me ayuda y todos en silencio se ríen y murmuran y dicen que enloquecí o entre ellos se miran mientras salgo con mi hijo y me hacen seguir y ocultan mi ropa y llaman a la policía. Pero esto se va acabar pronto, piensan que soy tonta y no me doy cuenta, pero quieren quitarme a mi hijo y quieren llevárselo con ellos, quieren meterme a un hospital para quien sabe que quieran hacer con mi criatura..
NN: No temerás del Diablo, dice nuestro señor y ayer volvió a tocar la puerta Lo que sea, el diablo o alguno de mis vecinos, siempre a las 5 de la mañana, y con 5 golpes; si no abro, toca mi hombro otros cinco segundos, siempre la misma mano fría y delgada, como huesos ; sí, son huesos o algo parecido y entonces habla y me dice “es hora de irnos”, su voz es de un anciano, y mientras habla, me aprieta el hombro, me quedo callada y se va, pero esta vez no, esta vez no….. . Luego de haberme hablado, hable con él, le dije que lo acompañaría, pero le pedí algo a cambio. Le dije que venga, le dije que venga a contarle porque él viene, le dije que si lo hacía, le dije que si el venia me iría con él, y llevaría a mi hijo con nosotros, le dije que venga hoy día, que venga hoy día con usted y conmigo…….
Médico: …… déjeme entender Señora, o sea usted pacto con el diablo o Lo que sea que se iria con él, si él viene ahora verdad?
NN: …sí Doctor, usted lo sabe también………..
Yo: …… aunque pienso que podemos esperarlo, como tomaría usted que él no venga hoy?
NN: Dijo que vendría Doctor, dijo que vendría a las 5 de la tarde, qué hora es doctor?
Yo: Las 5 de la tarde…
(… y la puerta sonó 5 veces, él corazón me latió otras tantas veces más por minuto, un frio intenso invade mi espalda, la respiración comenzó en aumento y cada uno de mis músculos se paralizan, mientras solo soy capaz de escuchar……….)
NN: No abra Doctor, no abra.
(…. entonces NN deja de mirarme a los ojos, alza su mirada y la dirige detrás mío, sus pupilas se dilatan, una lágrima por fin cae por su mejilla, su piel blanquea, y su mano temblorosa apunta a mis espaldas, mientras yo solo puedo ser capaz de escuchar…)
NN: ahí está Doctor, ahí está…..
(…algo, Lo que sea, entonces, descanso en mi hombro, algo cadavérico. Esa mano, esa mano!!!, solo puedo ser capaz de pensar)
No suelo ser de aquellas personas que buscan pacientes, impacientemente me siento en el consultorio y espero………
CASO CLÍNICO, por G.H. Amador.
Dedicado a Priscilla Mendoza, primogénita de mí Mejor amigo Gabriel Mendoza.
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