(Una teoría epigenética del desencanto revolucionario)
Entiendo la revolución y cada una de las revoluciones presentes y pasadas en el mundo como una refutación de la historia en pos de una historia distinta. Así la historia no solo es un conjunto de ideas y hechos, sino, también, de actores cuyos comportamientos condicionan el decurso y discurso histórico. Cada una de esas ideas condicionan comportamientos y a su vez una retroalimentación reverberara en el caudal ideativo generando nuevas ideas.
La revolución, entendida así, como un refutación de la historia, es un emprendimiento que se genera de una insatisfacción en pos de una satisfacción; de una insatisfacción histórica en pos de una satisfacción histórica y en ese éxtasis el nuevo orden (la revolución misma) parece abrirse paso a través del viejo orden. Sin embargo, luego, vemos que el viejo orden nunca se va y el nuevo orden aún esta muy lejos, y en ese proceso una larga noche debera pasar y con ella miedo, inseguridad, nuevas insatisfacciones y caos llegaran. Entonces, ese extasis deviene en perversión (pues la historia y sus revoluciones siempre han decantado en cauces desalentadores) y esa perversión suele engendrar a uno de sus hijos más bastardos: el de los extremismos, que no hicieron nada por el mundo.
Cuando una revolución nace, una idea o conjunto de ellas pretende gobernar sobre otras que gobernaron; cuando una revolución nace, parece que todos entendemos que estamos a las puertas de la historia, sin embargo, caemos rápido en cuenta que queremos guardarnos algo del viejo orden no solo como un recuerdo sino también como una necesidad, esto por una parte; por otra, mis células y sus genes también tienen guardado una herencia que refuta--total o parcialmente--esa revolución tan ansiada. Un inconsciente, tal vez colectivo como el viejo Jung intuía, sigue vigente y un ADN (acido desoxirribonucleico) y sus genes (unidades de almacenamiento de la información genetica), descubierto por Watson y Crick, están presentes encadenandonos a ese viejo orden pero sosteniéndonos en el Nuevo Orden. Ese pasado de nuestros padres y de sus abuelos quizás es el responsable, no de la falta de gestas revolucionarias pues estas siempre existieron, sino del fracaso y la perversión de las mismas como lo vivido por los revolucionarios franceses, los comunistas rusos o los fascistas alemanes e incluso la revolución sexual.
Hay una idea, bastante arraigada en nuestro imaginario, que dice que los hombres somos capaces de empatizar con el prójimo, que los hombres somos capaces de pensar en el otro y no estoy en desacuerdo con esa idea, pues esa idea es intrínseca a nuestra naturaleza, sin embargo, resulta que hay un límite y ese límite había sido la individualidad misma, es decir que los hombres habiamos sido más seres individuales que sociales, que la convivencia y la sociabilidad solo era una estrategia, más inconsciente que consciente, para nuestra sobrevivencia y los vestigios de esa lucha eterna e individual aun queda grabada, ya de diversas formas, por un proceso de metilación (mecanismo genético por el cual se expresan unos u otros genes) y cuya máxima expresión es: nuestro cerebro, que dividido en dos hemisferios nos hace una persona. Un hemisferio el derecho es más social, vive el presente y se conecta con toda la realidad que lo rodea, siendo uno con el resto, pensando siempre a través de imágenes y símbolos; el otro hemisferio, el izquierdo por su parte, es individual, es el que nos dice: " esto te conviene", es el que se aleja del medio externo para evaluar lo que mas sirve y no sirve del entorno y es el que siempre esta pensando en el pasado y en el futuro en términos de lenguaje.
Hay un problema con las revoluciones y es que en su dinámica, que siempre tiende a corregirse e ir demasiado lejos de su visión primigenia, no solo abarca al imaginario social, sino al genotipo (conjunto de información genética) social, y este último no solo transmite información física a las generaciones venideras , sino también información mental y esa mente, que deviene de un cerebro, tiene bien clara su situación y meta en el mundo: SOBREVIVIR, y asi el enfrentamiento siempre estara dado y el CAMBIO no sera tan bienvenido, pues nuestras células tambien entran en juego y estas no entienden mucho de Revoluciones, es más, no les interesa.
Es posible una revolución? creo en cierta forma que la idea es muy inocente, creo particularmente que las revoluciones contribuyen a su propia resistencia, pero también hacen patente la necesidad de las mismas en nuestro mundo y su historia, creo que es posible soñar gradualmente y permitir interactuar esas células de forma mas armoniosa con esa "Revolución" e ir hacia adelante. Creo que ese lento transitar debiese convertirse en la meta de la revolución misma y de todo revolucionario. Sin embargo, es en esto último, el transito lento, la pasible espera y la aceptación estoica, donde el desencanto de la revolución y el revolucionario aparece y con ello la frustración, la rabia, la tristeza de la incomprensión y el peligroso radicalismo asoman como respuesta.
Vivimos en tiempos revolucionarios y esto es gratificante, pero intoxicante y peligroso a la vez......
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